Máquinas de fango y debate falaz

El retiro espiritual de Pedro Sánchez dio sus frutos y el presidente encontró al fin la luz tras sus tribulaciones de conciencia. Seguirá en La Moncloa, vaya. Además, ha aprovechado el tiempo y ha logrado encontrar culpables para todos los males que le aquejan. Y son tres en uno; ultraderecha política, judicial y periodística. Así, de corrido. Justo para crear una nociva asociación mental donde parece que todo está revuelto. No todos los jueces y los periodistas, por supuesto. Pero es él quien reparte el carnet de buenos y malos. La “regeneración democrática” pasa, de golpe y porrazo, por enderezar esta situación. Es el caldo de cultivo óptimo para socavar los contrapoderes que construyen una democracia sana, a saber, jueces independientes y periodismo libre. Desinformación interesada. Sánchez explota ahora contra la “máquina de fango” que representan los “pseudomedios” con los que suele identificar páginas webs o contenidos en redes. El combate contra la desinformación, lo ha llamado. Por cierto, nada que objetar a este combate. La desinformación está reconocida como una de las grandes amenazas mundiales (Foro de Davos) y forma parte de las preocupaciones esenciales de la UE. Tiene múltiples orígenes y, por supuesto, uno son los intereses políticos espurios, de derechas y de izquierdas que se alimentan de bulos y falsedades para destruir al adversario. En España, también llega de sumideros como los del comisario Villarejo y la guerra sucia de dosieres para construir la realidad a medida del cliente (fuera el Gobierno del PP o una empresa) usando a algunos medios como altavoces. Cierto. Pero la desinformación es un concepto preciso. Se trata de la generación de información falsa (sobre todo en las redes sociales) para influir en la opinión pública y sus decisiones. Lo que no vale es abrazarse a esta causa noble para, en realidad, arrimar el agua a tu molino partidista. Y eso es, precisamente, lo que hace Sánchez en este debate. Porque las informaciones periodísticas sobre la actividad profesional de su mujer (las que han originado este charco) no son falsas, no son bulos. Son hechos reales. Otra cosa es si son actividades “poco prudentes” o que puedan llegar a ser hasta delitos, cosa que está por demostrar. El presidente no puede indignarse por el trabajo de los periodistas de verdad, aunque le toquen a su pareja, e igualarlos a los creadores de bulos. Esa mezcla falaz también es pura desinformación. Sánchez tala con este discurso personalista las raíces que identifican al periodismo independiente y veraz cuando su trabajo debiera ser generar confianza en los ciudadanos para fortalecerlo como antídoto de los bulos. Ese el reto. Tener medios fiables que da igual que sean de derechas o de izquierdas en su línea editorial. Esto no va de buenos y malos según sean los míos o no. Va de sostener la credibilidad del periodismo como actividad imprescindible. Control de los medios. Lo peor es que, aprovechando la oportunidad que Sánchez les regala, sus socios de extrema izquierda exigen un control puro y duro de los medios. Que el poder decida qué es información y qué no puede publicarse. Peligroso, no. Extremadamente nocivo. Ya existen herramientas legales en España para castigar la mentira y la difamación desde hace muchos años. Los tribunales y el Código Civil (multas) y el Código Penal (prisión). Porque el derecho a la información debe evaluarse en relación al resto de los derechos que también protege la Constitución. El derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen. Por eso son los jueces quienes valoran cada caso y los encargados de poner coto a los excesos. Hay sentencias todos los días. Si lo que el presidente pretende es aprovechar para redoblar el control sobre la información estaremos ante una situación muy comprometida para el sistema democrático. Si lo que busca es callar al periodismo independiente para que no moleste al poder, estamos ya ante un desafío letal. El problema de verdad de Sánchez es que en vez de atajar las causas (la polarización política, la falta de respeto al oponente), algo que sí está en su mano, se dedica a enmendar las consecuencias (la desinformación). Para combatir la raíz de nuestros problemas hace falta ver la viga también en el ojo propio y no sólo en el ajeno. Y el discurso del PSOE está muy lejos de sumar autocrítica. Ver todo lo malo en los demás no es una manera creíble de vender preocupación por una necesaria regeneración.

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