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Familia

Amor eterno tras 78 años de matrimonio

Santiago Mateo Salas, que el miércoles cumplió 99 años, renueva su fidelidad con Antonia Maestre Cenzano, de 96

Ampliar Antonia Maestre, de 96 años, y Santiago Mateo, de 99.
Antonia Maestre, de 96 años, y Santiago Mateo, de 99CEDIDA
Publicado el 04/05/2024 a las 05:00
Hace dos semanas, Antonia Maestre Cenzano estaba algo apagada. No brillaban en sus ojos la energía que le ha ayudado a sortear los escollos que han salido a su paso en sus 96 años de existencia. Pronto a ayudar a revitalizar su ánimo, su marido, Santiago Mateo Salas entonó una jota, como siempre que le brindaba cuando hacía un alto en su recorrido diario en bicicleta de 12 kilómetros y, al verla, reclamaba su atención: “¡Antonia, ¿qué jota quieres que te cante?”. En esta ocasión, no reaccionó con la viveza esperada al estímulo del sentimiento entonado. Eso sí, a una interpelación de una de sus nietas, Santiago, que el miércoles pasado cumplió 99 años de edad, confesó una promesa más que cumplida en los 78 de matrimonio: “La quiero y la he querido siempre. Hasta el final”.
Aunque las fuerzas no sean las de antes, por el pasar de los años que aconseja a este matrimonio de Caparroso a permanecer más tiempo en casa, los pequeños detalles continúan forjando una fidelidad perenne, sin que asome “ningún reproche”. “No les he visto nunca enfadarse”. Lo dice uno de sus cuatro nietos, José Miguel Mateo Núñez, como rasgo que fortalece un enlace que en diciembre puede sumar un nuevo año. “No sé, pero habrá pocos matrimonios en España que lleven tanto tiempo juntos”, aprecia.
Es posible que el secreto del amor latente y correspondido se encuentre en el sostén mutuo cuando han venido mal dadas. Originarios de la localidad riojana de Aldanadre, su relación comenzó a cuajar en la adversidad de la reprobación de sus respectivas familias por un embarazo no esperado. Aquello fue duro. El día de la boda -6 de diciembre de 1945- , Santiago acusó la ausencia de su familia. Prometió y se sintió correspondido con una fidelidad recíproca “en la salud y en la enfermedad”. Con dos niños pequeños, vivieron en una cueva excavada en la roca cuando acababa la labor del campo por quien no cedía al desaliento con el humor y el sentimiento de la jota. Desprovistos de agua y luz , la dificultad forjó el carácter del matrimonio con el crisol del afecto. Las restricciones de la pandemia les privó hace cuatro años celebrar sus Bodas de Diamante. Con cinco biznietos, se sienten ahora “como pájaros en una jaula de oro”, confiesa ella a sus cercanos con una licencia de humor.
Los cuidados dados son ahora recibidos como un regalo. Santiago sigue cantando jotas, como cada vez que se bajaba de la bicicleta al ver a Antonia y su voz era un torrente de ternura.
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