Alfredo Sanzol: "Para mí Navarra siempre ha sido una fuente de inspiración"

Este viernes se le alinearon los planetas a Alfredo Sanzol. El director y dramaturgo navarro, actual director del Centro Dramático Nacional, se encontraba en el Teatro Gayarre para dirigir el ensayo previo a la función de anoche de La casa de Bernarda Alba, montaje que estrenó el pasado 9 de febrero en el Teatro María Guerrero de Madrid. Antes de entrar al ensayo, Sanzol recibió la noticia de que había sido galardonado con el premio Príncipe de Viana de la Cultura, pero la profesionalidad le obligó a contener la emoción al máximo. “No se lo he dicho a nadie para que hayamos podido hacer el ensayo con normalidad. Luego, cuando ya hemos acabado, lo he celebrado muy en pequeñito”, contó al compartir sus primeras impresiones. Aunque ya esté muy acostumbrado a los premios, ¿qué significa para usted recibir el Príncipe de Viana de la Cultura? ¡Menudo sorpresón! Ahora tengo una alegría... Es que no me lo creo. Lo primero, mi agradecimiento a Leire Ruiz y a Puy Oria, que han defendido mi candidatura y lo han hecho con muchísima ilusión y cariño. Y agradecerle también al Consejo Navarro de Cultura que haya decidido darme este premio tan importante. La actriz Leire Ruiz ha reconocido su labor con estas palabras: “Recoges tu tierra para crear con ella”. Para mí Navarra siempre ha sido una fuente de inspiración. Los hechos que he conocido, las personas a las que he conocido, las anécdotas... Siempre había algo que me llamaba la atención. Para mí siempre ha sido un motor el darles dignidad e importancia a esas historias que yo conocía, sabiendo además que luego pueden tener una repercusión universal. En España ya lo han hecho autores como Lorca o Valle-Inclán. Creo que el enraizarse en lo local es un movimiento natural, orgánico, por parte de los creadores. De todas las obras que ha llevado a escena, ¿cuál sería especialmente representativa de lo que acaba de explicar? Quizá El bar que se tragó a todos los españoles. Es una obra que tuvo una repercusión muy grande a nivel de público, quizá por eso puede resultar más emblemática. Para mí, cada una de las obras que he hecho juega un papel decisivo en mi trabajo. No hay ninguna que haya hecho de perfil o de manera tangencial. Es un buen momento para recordar los orígenes, cuando descubrió su vocación de la mano de Ignacio Aranguren en el Taller de Teatro Navarro Villoslada. Ignacio fue muy importante a la hora de transmitirme una serie de valores esenciales del arte dramático, y también lo fue Maite Pascual en la Escuela Navarra de Teatro. Son personas que te introducen en un mundo de una manera que te deja ya marcado. Ambos me han servido de ejemplo y de referente. Este fin de semana estrena su versión de La casa de Bernarda Alba en el Gayarre, que le recibe con las dos funciones agotadas. Venir al Gayarre es siempre especial, no es otro teatro más. Cuando trabajas en casa siempre tienes el gusto de agradar a tu familia, a tus amigos y al público que he ido haciendo a lo largo de estos años. Cuando tienes la posibilidad de venir de una manera continuada, también se establece un diálogo con ese público. ¿Qué vio en Ana Wagener para llamarle directamente y proponerle el papel de Bernarda? La había visto mucho en teatro, y también en audiovisual. Pensé en la energía de Ana en directo, en la manera que tiene de expresarse. Vi que ella podía hacer una Bernarda especial. ¿Especial en qué sentido? Ana es una actriz muy inteligente, que busca la humanidad en el personaje. Siempre busca salirse de las rutas marcadas. Yo creo que es una actriz narradora, en el sentido de que ella tiene una línea de pensamiento muy clara de cómo quiere contar su personaje. Eso fue muy importante a la hora de trabajar con ella. En el reparto también figuran otras dos caras conocidas, Ane Gabarain y Patricia López Arnaiz, que interpretan a Poncia y a Angustias, respectivamente. En el caso de Patricia, ha hecho un trabajo físico increíble, tanto de expresividad facial como física. Lo mismo pasa con Sara Robisco, que interpreta a Martirio. En su caso trabaja con la espalda y también con la expresividad de los ojos. Al final, el trabajo de interpretación consiste en manejar el cuerpo para comunicar una energía. Esa expresión corporal ha cobrado mucha importancia en esta versión de La casa de Bernarda Alba, con momentos que oscilan entre la danza contemporánea y la ‘performance’. Sí, hemos trabajado con una coreógrafa, Amaya Galeote. En esos momentos, es como si el personaje se despegara de su cuerpo. Es como si viésemos la sombra o el alma de ese personaje expresando a través del baile algo que no puede expresar en la vida real con palabras. El tema que atraviesa la obra es la represión. Pero leyendo el texto de Lorca y trabajando a fondo con las actrices, ¿qué otros temas le llamaron la atención? Hay otro tema que es muy importante, el de la clase social. Bernarda y sus hijas se encuentran en una situación de clase media: no se pueden relacionar con los de abajo y tampoco tienen acceso a los señoritos o a los que tienen las fincas más grandes. Ese es uno de los motores de la obra, la necesidad de juntar las herencias para ponerlo todo en la ficha de Angustias y poder casarla con alguien de una clase superior. Eso las condiciona mucho. Otro tema que está en la función es la presión social de la rumorología, que hace que las hijas de Bernarda tengan que tener un cuidado máximo frente al qué se va a decir de ellas. Es un tema que estuvimos hablando con las actrices más jóvenes, cómo esto nos sigue influyendo a través de las redes sociales. ¿Cuánto tarda ahora un adolescente en subir una foto a Instagram? Pues lo mismo que tardaba antes una adolescente a la hora de salir de casa y pensar qué iban a decir de ella por su imagen. En la obra, Bernarda recrimina a una de sus hijas que se haya echado polvos en la cara. Sí, pero ahora es el problema de cómo vas vestida. Eso pasa ahora en las casas: “¿Tú adónde vas? ¿Así vas a salir vestida?”. Eso sigue pasando. En esta actualización de Bernarda, usted se ha referido a ella como una víctima del patriarcado. Sí. Hay una frase de la función en la que Bernarda se habla a sí misma en segunda persona, que es cuando dice: “Tendrás que ponerles la mano encima”. Fue un detalle que me llamó mucho la atención. Aquí hay una voz que le está hablando a Bernarda, una voz que no es la de ella. Es la voz del patriarcado, la voz del machismo en el que se ha educado. Bernarda también dice: “Esta es la casa de mi abuelo y de mi padre y la voy a defender”. Ella se considera la heredera de esa saga de hombres y asume esa energía, esa fuerza. También destaca la relación tóxica entre las hermanas, que se acusan y se vigilan entre ellas. Cuando preguntábamos al público más joven cuál era el personaje que más les había llamado la atención, decían muchas veces que era Martirio, por el miedo que les daría tener una hermana así. Como director, durante todo este proceso de trabajo, ¿cuál era su mayor temor a la hora de presentar esta nueva visión del clásico de Lorca? Tratándose de un texto como este, que tiene una fuerza simbólica tan fuerte en España, siempre está la responsabilidad de a ver qué voy a hacer yo ahora. Sientes ese respeto o ese desafío, pero yo intento hacer siempre lo mismo: irme al kilómetro cero. Sobre todo me planteé lo siguiente: ¿qué forma necesita ahora la sociedad a la hora de escuchar esta obra? ¿Qué otro clásico le gustaría llevar a escena? Ahora pienso mucho en Henrik Ibsen, que tiene obras maravillosas. Además de Casa de muñecas, están Un enemigo del pueblo, Peer Gynt, Los pilares de la sociedad... Tiene textos muy potentes. Hay clásicos a los que siempre vuelves, son como una constelación que siempre te acompaña. Chéjov y Strindberg son otros autores que siempre me gusta retomar. Thomas Bernhard, por ejemplo, que ya es un clásico. O Beckett. Hay unos cuantos. Mientras tanto, ¿ya está trabajando en su próximo texto ‘made in Sanzol’? Sí, se estrenará la temporada que viene, dentro del proyecto Nuevos dramáticos, en el que participan niños. El tema tiene que ver con el pensamiento, que no es algo individual. Un cerebro no funciona solo por sí mismo, sino en conexión con el de los demás. Y el viaje que hacen los personajes es descubrir eso. Acaba de renovar al frente del Centro Dramático Nacional. ¿Cuál es el logro del que se siente especialmente satisfecho? El que hayamos visto el trabajo de nuevas autoras y directoras. Que el Centro Dramático Nacional haya estado ahí para mí es muy importante. ¿Qué opina de los nuevos dramaturgos y de los temas que están poniendo sobre la mesa? Creo que se están tocando muchos temas que tienen que ver con nuestra situación, con la vida, con los conflictos que nos preocupan, y lo están haciendo de formas muy diferentes. Las artes también cuentan cómo nos afectan los conflictos de manera inconsciente. Creo que estamos logrando crear un mosaico muy interesante de voces y una conexión muy buena con el público. De los montajes que ha visto en el último año, ¿alguno que te haya impactado especialmente? Está Forever, que ha ganado el premio Talía y es una coproducción que hemos hecho con Kulunka. Fue un espectáculo que nació desde cero y era la primera vez que en el Teatro María Guerrero se hacía un espectáculo sin palabras, pero lleno de contenido y con una dramaturgia espectacular.

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